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El Papa en Perú: Me da pena cuando veo a curas, monjas y seminaristas marchitos

21 de Enero de 2018 | 12:48 hs.  

“La fe en Jesús se contagia y si hay un cura, un obispo, una monja, un seminarista, un consagrado que no contagia, es un aséptico, es de laboratorio”.

El Papa Francisco aseguró que le da “mucha pena” cuando ve “algún obispo, algún cura, alguna monja marchito”.

“Y mucha más pena me da cuando veo seminaristas marchitos”, señaló, en palabras improvisadas durante su mensaje.

“Esto es muy serio”, advirtió el Santo Padre y pidió que “si ustedes ven que no pueden, por favor hablen antes de tiempo, antes de que sea tarde”.

“Antes de que se den cuenta que no tienen raíces ya y que se están marchitando”, dijo, y precisó que “todavía ahí hay tiempo para salvar”.

“Porque Jesús vino a eso, a salvar y si nos llamó es para salvar”.

El Santo Padre también advirtió a los sacerdotes y religiosos sobre “cuánto mal nos hacen” la fragmentación, el aislamiento y las divisiones dentro de la Iglesia.

“La fragmentación o el aislamiento no es algo que se da ‘fuera’ como si fuese solo un problema del ‘mundo’. Hermanos, las divisiones, guerras, aislamientos los vivimos también dentro de nuestras comunidades, ¡y cuánto mal nos hacen!”, señaló.

El Santo Padre subrayó en su mensaje que “Jesús nos envía a ser portadores de comunión, de unidad, pero tantas veces parece que lo hacemos desunidos y, lo que es peor, muchas veces poniéndonos zancadillas”.

Francisco pidió también a los sacerdotes y religiosos a tener memoria y “mirar hacia nuestras raíces”

“Me gusta subrayar que nuestra fe, nuestra vocación es memoriosa”, porque “sabe reconocer que ni la vida, ni la fe, ni la Iglesia comienzan con el nacimiento de ninguno de nosotros: la memoria mira al pasado para encontrar la savia que ha irrigado durante siglos el corazón de los discípulos, y así reconoce el paso de Dios por la vida de su pueblo”.

Francisco alentó luego a “aprender a reírse de uno mismo”, y dio “dos pastillas que ayudan mucho”.

“Una: hablar con Jesús, la Virgen, la oración. Rezar, pedir la gracia de la alegría”, dijo. La segunda, añadió, “la podés hacer varias veces por día si la necesitás, sino una sola basta. Mirate al espejo, mirate al espejo: ¿Ese soy yo? ¿Esa soy yo? Ja, ja, ja”.

“Esto no es narcisismo, es lo contrario: El espejo acá sirve como cura”, aseguró.

“La alegría es contagiosa cuando es verdadera”.

Tras recordar que “el Pueblo de Dios tiene olfato y sabe distinguir entre el funcionario de lo sagrado y el servidor agradecido”, el Santo Padre alentó a que se dejen “aconsejar por el Pueblo de Dios”.

“La fe en Jesús se contagia y si hay un cura, un obispo, una monja, un seminarista, un consagrado que no contagia, es un aséptico, es de laboratorio. Que salga y se ensucie las manos un poquito y ahí va a comenzar a contagiar el amor de Jesús”.

Al finalizar su mensaje, el Papa pidió a los sacerdotes y religiosos que “de vez en cuando, como dicen en el campo, échenme un rezo”.






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